I Tomado de Vladimir Propp: Morfología del cuento. Colofón, S.A. Méxi- co, D.F., 1992. Capítulo I RESEÑA DE LA CUESTIÓN La historia de la ciencia parece siempre tener máxima importan- cia en el momento que a cada uno le toca vivir. Si bien tenemos en cuenta a nuestros predecesores y en cierto modo les estamos agradecidos por todo aquello con que nos favorecieron, nadie está dispuesto a considerarlos como mártires, a quienes una pasión irresistible ha conducido a situaciones peligrosas y algunas veces casi desesperadas. Y sin embargo, nuestros antepasados, que sen- taron las bases de nuestra existencia, fueron con frecuencia más importantes que los descendientes que superaron esa herencia. Goethe La literatura científica consagrada al cuento popular no es muy abun- dante. Los trabajos publicados no solamente son poco numerosos, sino que su inventario revela la siguiente particularidad: la mayoría son selecciones de textos; hay también muchos estudios sobre cues- tiones particulares, pero muy pocas son las obras generales referidas al cuento. Y aún las que se presentan como tales son compilaciones, obras de vulgarización más bien que verdaderos trabajos de investiga- ción científica. Ahora bien, los problemas generales son justamente aquéllos que despiertan más interés, y el verdadero objeto de la cien- cia es resolverlos. El profesor M. Speranski describe la situación en los siguientes términos: Sin detenerse en los resultados obtenidos, la etnografía científica prosigue sus búsquedas, considerando que los materiales reunidos son aun insuficientes para realizar una elaboración sistemática. Por lo tanto, prosigue acumulando materiales e inventariándolos, en interés de las generaciones futuras. ¿Qué conclusiones generales podrían obtenerse y cuándo estaremos en condiciones de hacerlo? Nadie lo sabe. 1 ¿Por qué se encuentra tan poco desarrollado el estudio del cuento popular? ¿Por qué se debate en tal callejón sin salida?II Speranski lo atribuye a la insuficiencia de los materiales. Pero diez años han transcurrido desde que las líneas arriba citadas fueron escri- tas. En el curso de este período fueron terminados los tres tomos de la obra capital de Bolte y Polivka, titulada Observaciones sobre los cuentos de los hermanos Grimm, 2 en la que cada uno de los cuentos selecciona- dos es confrontado con variantes procedentes de todas las partes del mundo. El tercer tomo contiene una bibliografía en la que se señalan todas las colecciones de cuentos conocidas por los autores, así como las demás fuentes en que pudieron encontrarlos. La lista comprende cerca de 1.200 títulos. Aunque algunos se refieren a estudios muy bre- ves o de escaso interés, también consigna títulos de compilaciones considerables, como Las mil y una noches, o la colección de Afanassiev, con sus 400 textos. Y esto no es todo: gran cantidad de cuentos no han sido publicados todavía y algunos ni siquiera catalogados. Se los encuentra en archivos públicos o privados. Varias de estas colecciones son accesibles al especialista. En su «Registro de trabajos del año 1926», la Comisión del Cuento de la Sociedad de Geografía catalogó 531 cuen- tos, que se hallan a disposición de sus miembros, y el «Registro» an- terior daba una cantidad aproximadamente tres veces superior. Por lo tanto, la documentación de Bolte y Polivka puede ser aun enriquecida. 3 Siendo así ¿a qué total llega el número de cuentos de que disponemos? Es más: ¿existen muchos investigadores que hayan compulsado aun- que tan sólo sea el conjunto de los materiales publicados? En esas condiciones resulta totalmente abusivo decir que «los ma- teriales reunidos son aún insuficientes». No es la cantidad lo que está en discusión. La cuestión atañe a otro aspecto: los métodos de estudio. Mientras las ciencias físicas y matemáticas gozan de una clasi- ficación armoniosa, de una terminología unificada, establecida por congresos especiales, de un método que se perfecciona al transmi- tirse de los maestros a los alumnos, nosotros nada poseemos que se le asemeje. Debido a la diversidad, a la viva complejidad del material con que trabajamos, nos es extremadamente difícil plantear y resol- ver los problemas con rigor y precisión. Pero veamos cómo ha sido emprendido el estudio del cuento y cuáles son las dificultades que ha debido enfrentar. Evidentemente, no pretendemos exponer una historia completa del estudio del cuento. Por una parte, nos sería imposible hacerlo en los límites de un breve capítulo de introduc- ción como el presente, y por otra, ello no sería muy necesario, ya que esta historia ha sido escrita más de una vez. 4 Nuestra intención III es simplemente poner en claro, desde un punto de vista crítico, los intentos hechos para resolver ciertos problemas fundamentales del estudio del cuento y, al mismo tiempo, conducir al lector al meollo de la cuestión. Ninguna duda cabe acerca de que los objetos y fe- nómenos que nos rodean son susceptibles de ser estudiados desde varios puntos de vista: el de su estructura y composición, el de los procesos y cambios a los cuales están sometidos o, finalmente, el de su origen. Asimismo resulta superfluo demostrar que no es posible hablar del origen de un fenómeno, sea éste cual fuere, hasta después de haberlo descrito. Y sin embargo, el cuento fue siempre estudiado desde el punto de vista genético, sin haberlo previamente sometido a una descripción sistemática. Por el momento no nos ocuparemos, pues, del estudio genético de los cuentos sino tan sólo de su descripción –ya que es ab- solutamente inútil hablar de su origen sin haber dilucidado el proble- ma de la descripción. Es evidente que antes de contestar a la pregunta de dónde vienen los cuentos debemos responder a esta otra: qué es un cuento. Como se trata de un género de extrema diversidad, y por consi- guiente no es posible encararlo directamente en su conjunto, nos ve- mos en la necesidad de comenzar por repartir los cuentos en diferentes grupos, es decir, clasificarlos. Una clasificación correcta constituye una de las primeras etapas de la descripción científica. Nuestros estudios ulteriores serán valederos en la medida que lo sea la clasificación. Pero aunque la clasificación constituya la base de cualquier estudio serio, la misma debe ser a su vez el resultado de un trabajo preparatorio pro- fundo. Ahora bien, lo que se produce habitualmente es lo contrario: la mayoría de los investigadores comienzan por la clasificación, que pro- yectan desde el exterior sobre el objeto de su estudio, en vez de sacarla del objeto en sí, de sus caracteres específicos. Además, como ya lo ve- remos más adelante, estos clasificadores suelen transgredir las reglas más elementales de la división. De esta manera descubrimos una de las causas del «callejón sin salida» de que hablaba Speranski. Detengámonos en algunos ejemplos. La clasificación más corriente consiste en repartir los cuentos en tres grupos: historias fantásticas, historias tomadas de la vida cotidiana, historias de animales. 5 A primera vista, nada parece más exacto. Pero en seguida, quiérase o no, se plantea una pregunta: ¿los cuentos de animales no comprenden, y a veces en muy alto grado, un elemento maravilloso? E inversamente: ¿los animales no representan, IV en los cuentos fantásticos, un papel muy importante? En este caso, ¿podemos considerar tal criterio suficientemente preciso? Afanassiev, por ejemplo, clasifica el cuento de El Pescador y el Pez de Oro entre los cuentos de animales. ¿Tiene o no razón? Y si está equivocado, ¿por qué lo está? Veremos más adelante que los cuentos acreditan con toda facilidad idénticas acciones a los hombres, a los objetos y a los animales. Esta regla es valedera sobre todo para lo que denominamos cuentos fantásticos, pero también se la encuentra en los cuentos más diversos. Uno de los ejemplos más conocidos a este respecto es el cuento del «Reparto de la Cosecha» («para mí lo de arriba, Micha, 6 y para ti las raíces»). En Rusia es al oso a quien engañan, en los países occidentales es al diablo. Por lo tanto, considerado en su versión occidental, este cuento escapa al grupo de los cuentos de animales. Entonces, ¿a cuál corresponde? Es claro que no se trata de un cuento de la vida cotidiana: ¿dónde se ha visto que una cosecha sea repartida de esa manera? Pero tampoco es un cuento fantástico. De hecho no ocupa ningún lugar en la clasificación indicada. No obstante, sostenemos que dicha clasificación es correcta en principio. En este caso, los investigadores siguieron su instinto y lo que dicen no corresponde a su sentimiento real. Sin duda no nos equivocamos al relacionar el cuento del Pájaro de Fuego y el del Lobo Gris con los cuentos de animales. Asimismo consideramos evidente que Afanassiev se equivocó en lo que concierne al cuento del Pez de Oro. Pero esto no lo reconocemos por el hecho de que figuren o no animales en un cuento, sino por el hecho de que los cuentos fantásticos poseen una estructura absolutamente especial, que se intuye de inmediato y que, aun cuando no tengamos conciencia de ello, determina su clasificación. Todo investigador dice que clasifica los cuentos de acuerdo con el esquema arriba establecido, cuando la verdad es que procede de otro modo. Y es precisamente cuando se contradice que está en lo cierto. Si esto es así, si los cuentos están inconcientemente clasificados según su estructura –estructura que aún no ha sido estudiada, ni si- quiera fijada–, es toda su clasificación la que debe enfocarse con un nuevo sentido. Es necesario fundarla sobre criterios formales, estructu- rales. Y para ello, ante todo, hay que estudiar esos criterios. Pero no nos anticipemos. La situación que acabamos de describir no ha sido, hasta ahora, aclarada. Y los intentos ulteriores no han aportado mejoras ra- dicales. En su conocida obra Psicología de los pueblos, Wundt propone la siguiente clasificación: 7V 1- Cuentos-fábulas mitológicos (Mythologische Fabel-märchen). 2- Cuentos fantásticos netos (Reine Zaubermärchen). 3- Cuentos y fábulas biológicos (Biologische Märchen). 4- Netas fábulas de animales (Reine Tierfabeln). 5- Cuentos «de origen» (Abstammungsmärchen). 6- Fábulas y cuentos jocosos (Scherzmärchen und Scherzfabeln). 7- Fábulas con moraleja (Moralische Fabeln). Esta clasificación es mucho más rica que la precedente, pero también suscita objeciones. La «fábula» (en siete secciones el término se encuentra cinco veces) es una categoría formal. El estudio de la fábula está sólo en sus comienzos. 8 ¿Qué entendía por ello Wundt? No es muy claro. Además, el término «cuento jocoso» es discutible, ya que un mismo cuento puede ser tratado tanto al modo heroico como cómico. Otra pregunta: ¿qué diferencia hay entre «neta fábula» y «fábula con moraleja»? ¿Por qué las «puras fábulas» no son «con moraleja», y recíprocamente? Las clasificaciones que hemos examinado conciernen al agrupa- miento de los cuentos por categorías. Pero también existe una distri- bución por asuntos. Si la distribución por categorías no es de las más felices, podemos decir que con la clasificación entramos en un caos total. Pasemos por alto el hecho de que una noción tan compleja como la de «asunto» haya sido empleada sin haber definido su acepción –o bien de acuerdo con una acepción que varía con cada autor–; pero anticipando nues- tras conclusiones, digamos, no obstante, que la clasificación de los cuentos fantásticos por asuntos es generalmente imposible. Como la clasificación por categorías, debe ser enfocada con un nuevo senti- do. Los cuentos poseen una particularidad: fragmentos enteros de un cuento pueden ser transferidos a otro sin sufrir modificaciones. Más adelante estudiaremos detalladamente esta ley de permutabilidad; entre tanto, limitémonos a indicar, por ejemplo, que encontramos a la Baba-Yaga 9 en los cuentos más diversos, con asuntos muy diferentes unos de otros. A pesar de ser éste un carácter específico del cuento, el asunto, sin embargo, suele determinarse de la manera siguiente: se toma cualquier parte de un cuento (a menudo al azar, la que salta a la vista), se le adjunta la preposición «de», y todo está dicho. De este modo, un cuento en el cual se desarrolla un combate contra un dragón se convierte en «Del combate contra el dragón»; un cuento en el que interviene Kostchei 10 se llamará «Kostchei», etc.: ningún principio único VI preside la elección de los elementos de definición del asunto. Si ahora recordamos, además, la ley de permutabilidad, es lógicamente inevita- ble que resulte una confusión total, o más bien, para ser exactos, una distribución cruzada que siempre deforma la naturaleza del material estudiado. Agréguese a ello el carácter incierto y variable del principio básico de la clasificación, lo cual transgredí otra regla elemental del la lógica. Y esta situación no ha cambiado hasta hoy. Ilustraremos este estado de cosas por medio de dos ejemplos. En 1924 apareció un libro dedicado al cuento, cuyo autor es el profesor Volkov, de Odessa. 11 Desde las primeras páginas de su obra Volkov registra, para el cuento fantástico, 15 asuntos, que enumera de este modo: 1- Los inocentes perseguidos. 2- El héroe ingenuo. 3- Los tres hermanos. 4- Los combatientes contra el dragón. 5- La conquista de la novia. 6- La joven juiciosa. 7- Las víctimas de encantamientos y sortilegios. 8- El poseedor del talismán. 9- El poseedor de objetos maravillosos. 10- La mujer infiel, etc. No se nos revela cómo fue establecida esta lista de 15 asuntos. Si examinamos detenidamente el principio de esta clasificación, hallamos lo siguiente: la primera categoría está determinada de acuerdo con el desarrollo de la intriga (ya veremos más adelante lo que entendemos por ello); la segunda, según el carácter del héroe; la tercera, teniendo en cuenta la cantidad de héroes; la cuarta, en función de uno de los momentos de la acción, etc. De hecho, la clasificación no está regida por ningún principio: es realmente el caos. ¿No hay acaso cuentos en los que tres hermanos (3ª categoría) conquistan novias (5ª categoría)? ¿El poseedor de un talismán no lo utilizó alguna vez para castigar a su mujer infiel? En resumen: esta clasificación no es científica según la exacta acepción del vocablo; es tan sólo un índice convencional de valor muy discutible. ¿Puede ser comparada, aun lejos, con la clasificación de las plantas y animales, no realizada en forma arbitraria sino después de un largo y detenido estudio previo de material?VII Ya que hemos mencionado esta cuestión de la clasificación por asuntos, no podemos pasar por alto el índice establecido por Aarne. 12 Aarne es uno de los fundadores de la escuela llamada finlandesa, cu- yos trabajos representan en la hora actual el aporte más importante al estudio del cuento. No es éste el momento de someter esta tendencia a una crítica detallada 13 . Señalemos tan sólo que en la literatura cien- tífica se encuentra un buen número de artículos y notas respecto a las variantes de asuntos particulares. Esas variantes suelen ser tomadas de las fuentes más inesperadas. Poco a poco se acumulan en gran canti- dad, pero no están sometidas a ningún estudio sistemático. Esto es lo que, principalmente, ocupa la atención de la nueva tendencia. Los re- presentantes de esta escuela reúnen las variantes de un mismo asunto y las comparan de acuerdo con su difusión en el mundo. El material queda así agrupado desde el punto de vista etno-geográfico, según un sistema bien determinado, preestablecido, y luego se sacan conclusio- nes respecto a la estructura fundamental, el origen y la difusión de los temas. Sin embargo, este método también suscita una serie de objecio- nes. Como lo veremos más adelante, los asuntos (especialmente los de los cuentos fantásticos), están muy estrechamente vinculados. Sólo es posible determinar dónde acaba un asunto con sus variantes y dónde comienza otro, después de un estudio comparado y una fijación precisa del principio de selección de los asuntos y las variantes. Pero aquí no existe tal cosa. Además, tampoco se tiene en cuenta la ley de permu- tabilidad de los elementos. Inconcientemente, los trabajos de esta escuela se fundan en la idea preconcebida de que cada asunto es, en cierto modo, un todo orgánico al que se puede aislar de una serie de otros asuntos y estudiarlo independientemente. Ahora bien, distinguir un asunto de otro con perfecta objetividad y seleccionar adecuadamente las variantes dista de ser una tarea senci- lla. Los asuntos están tan íntimamente ligados, se interpenetran a tal punto, que esta cuestión exige un estudio previo especial y sólo des- pués de haberlo realizado será posible señalar los asuntos. Sin dicho estudio, el investigador queda librado a sus propios gustos y, en tales condiciones, una distinción objetiva es sencillamente imposible. Vea- mos un ejemplo: entre las variantes del cuento Frau Holle, Bolte y Po- livka citan el cuento nº 58 de la clasificación de Afanassiev (la célebre Baba-Yaga) y toda una serie de otros cuentos, aun aquéllos en que la bruja es remplazada por un dragón o por lauchas. Pero no citan el cuen- to Morozko. Nos preguntamos por qué. En éste también, sin embargo, la hijastra se va y regresa con obsequios, mientras que la verdadera hija VIII es expulsada y castigada. Más aun: Morozko, lo mismo que Frau Holle, representa una personificación del invierno; la única diferencia estriba en que en el cuento alemán esta personificación es femenina y en el ruso, masculina. Pero es evidente que por su relieve artístico particu- lar, Morozko fue subjetivamente determinado como cuento tipo, como asunto independiente susceptible de tener sus propias variaciones. Nos damos pues cuenta de que no existe un criterio plenamente objetivo que permita distinguir un asunto de otro. Allí donde un investigador ve un nuevo asunto, otro sólo hallará una variante, y recíprocamente. El ejemplo señalado es muy simple, pero a medida que el material se amplía y enriquece, las dificultades crecen y se multiplican. Sea como fuere, los métodos de esta escuela exigían ante todo una lista de asuntos. Aarne se empeñó, precisamente, en establecer esta lista. Tal como la dejó sentada, entró desde entonces en el uso interna- cional; es uno de los hechos de mayor utilidad para el estudio de los cuentos: gracias a la enumeración de Aarne disponemos ahora de un índice numerado. Los asuntos son llamados tipos por Aarne, y cada tipo tiene su número. Una designación convencional de cuentos lo más bre- ve posible (en este caso, una simple remisión al número del índice) es algo extremadamente cómodo. En particular, la Comisión del Cuento no podría haber inventado su documentación sin esta lista: la expo- sición de 530 cuentos habría exigido demasiado espacio, y para tomar conocimiento de esa documentación habría sido necesario leer la to- talidad de sus textos. Desde entonces sólo se consultan los números y todo aparece con claridad al primer vistazo. Pero al lado de esos méritos, el índice presenta cierto número de defectos graves. En primer lugar, en lo que se refiere a clasificación, no escapa a los errores cometidos por Volkov. Las categorías fundamen- tales del índice son las siguientes: I. Cuentos de animales; II. Cuentos propiamente dichos; III. Cuentos jocosos. Es fácil reconocer aquí al anti- guo método, presentado de una manera nueva. (Y resulta muy curioso comprobar que los cuentos de animales no están reconocidos como cuentos propiamente dichos.) Podemos preguntarnos, además, si la noción de comicidad (Schwank) ha sido estudiada con bastante pre- cisión como para poder ser utilizada así, con toda tranquilidad (cf. La fábula en Wundt). Sin entrar en los detalles de esta clasificación, 14 nos detendremos solamente en los cuentos fantásticos, que Aarne aísla en una subcategoría. Destaquemos que el hecho de introducir subdivisio- nes es uno de los méritos de Aarne, pues nadie antes que él había es-IX tablecido una división en géneros, especies y variedades. Los cuentos fantásticos comprenden, según Aarne, las categorías siguientes: lº el adversario sobrenatural; 2º el esposo (o la esposa) sobrenatural o en- cantado; 3º la tarea sobrenatural; 4º el auxiliar sobrenatural; 5º el obje- to sobrenatural; 6º la fuerza, o e1 saber, sobrenaturales; 7º otros moti- vos sobrenaturales. Con respecto a esta clasificación podemos repetir casi al pie de 1a letra las objeciones hechas a la clasificación de Volkov. ¿Qué puede hacerse, por ejemplo, con los cuentos en los que una tarea sobrenatural es realizada gracias a un auxiliar sobrenatural, lo cua1 se encuentra con mucha frecuencia, o con los cuentos en los que la esposa sobrenatural es al mismo tiempo el auxiliar sobrenatural? Es cierto que Aarne no se propuso establecer una clasificación con sentido científico propiamente dicho. Su índice sólo tiene el valor de una guía práctica. En este sentido su valor es muy grande, pero presen- ta otro riesgo: ofrece falsas interpretaciones de contenido. En realidad, la clasificación estricta por tipos no existe: con frecuencia sólo es una ficción. Si esos tipos existen, no es el criterio adoptado por Aarne el que los determina, sino el de las particularidades estructurales de cuentos análogos, como veremos más adelante. El estrecho parentesco de los temas entre sí y la imposibilidad de establecer una delimitación ente- ramente objetiva hacen que, cuando se quiere relacionar un texto con tal o cual tipo, a menudo no se sabe bien qué número elegir. Con fre- cuencia la correspondencia entre el tipo elegido y el texto estudiado es sólo aproximativa. De los 125 cuentos mencionados en 1a selección de Nikiforov, 25 cuentos (es decir el 20%) sólo pueden corresponderse con determinados tipos por convención y aproximativamente, hecho que Nikiforov indica por medio de paréntesis. 15 Pero si varios investigadores relacionan el mismo cuento con tipos diferentes ¿qué habrá de resul- tar? Por otra parte, ya que los tipos están definidos por la presencia de tal o cual momento sobresaliente de la acción y no por la estructura del cuento, y que un mismo cuento puede contener varios de esos mo- mentos, nos vemos algunas veces inducidos a relacionar un cuento con varios tipos al mismo tiempo (se ha llegado hasta cinco números para el mismo cuento), lo cual no significa en modo alguno que el texto esté compuesto por cinco cuentos. Este procedimiento de fijación según el contenido es, en realidad, una fijación según los componentes. Para un grupo de cuentos Aarne abandona aun sus propios principios y pasa de pronto –de una manera totalmente inesperada y algo inconsecuente– de una clasificación por asuntos a una clasificaci6n por motivos. Así es como formó un subgrupo titulado «del diablo engañado». Pero con esta Next >