< PreviousX inconsecuencia, una vez más, entra instintivamente en el buen cami- no. Trataremos de mostrar más adelante que el buen método consiste precisamente en estudiar los cuentos por componentes elementales. Vemos, pues, que en cuanto concierne a la clasificación de los cuen- tos, la situación no es muy brillante. Ahora bien, como ya lo hemos dicho, la clasificación es una de las primeras y de las más importan- tes etapas del trabajo. Recordemos tan sólo el considerable papel que desempeñó en la botánica la primera clasificación científica del Linneo. La ciencia que nos preocupa sólo se encuentra en el periodo pre-lin- neano. 16 Pasemos ahora a otro aspecto muy importante del estudio de los cuentos: la descripción de su contenido. La situación es la siguiente: en la mayoría de los casos, los investigadores que se interesan en las cues- tiones de descripción no se ocupan de clasificación (Vesselosvski). Por otra parte, los clasificadores no siempre describen detalladamente los cuentos y se limitan a estudiar sólo algunos aspectos (Wundt). Y si por ventura un investigador se ocupa de ambas cosas, no es la clasificación lo que sigue la descripción, sino que es ésta la que se hace en el marco de una clasificación preestablecida. Vesselosvski ha dicho muy poco acerca de la descripción de los cuen- tos. Pero ese poco es de una importancia considerable. Por «asunto» entiende un complejo de motivos; un mismo motivo puede adaptarse a diferentes asuntos. («Una serie de motivos constituye un asunto.» «Los asuntos son variables: pueden introducirse por nuevos motivos o bien éstos pueden combinarse entre sí.» «Entiendo por asunto un tema en cuya trama aparecen situaciones diversas, que son de otros tantos motivos.») 17 Para Vesselosvski el motivo es primario y el asunto secun- dario. El asunto es ya, para él, un acto de creación, de combinación. De donde se impone la necesidad de estudiar los cuentos, ante todo, por sus motivos más bien que por sus asuntos. Si el estudio científico de los cuentos hubiese seguido mejor el pre- cepto de Vesselosvski: «separara el problema de los motivos del de los asuntos» (subrayado por Vesselosvski), se habrían eliminado muchas confusiones 18 . Sin embargo, este concepto de Vesselosvski concerniente a los motivos y a los asuntos sólo es un principio general. La interpretación concreta que da al término «motivo» es inaceptable hoy en día. Para él, el motivo es una unidad de narración que no puede descomponer- se («entiendo por motivo la unidad más simple de narración.» «Lo que caracteriza el motivo es su calidad de esquema, de monomio figurati-XI vo; tales son los elementos primarios, indivisibles, de la mitología y del cuento.») No obstante, los motivos que él toma como ejemplo pueden descomponerse. Si el motivo es una especie de entidad lógica, cada fra- se del cuento nos ofrece uno. (Un padre tenía tres hijos: motivo. Etc.) Desde luego, si los motivos no pudiesen descomponerse sería tarea sencilla. Bastaría entonces con establecer una nómina. Pero tomemos el motivo siguiente: «El dragón rapta a la hija del rey» (el ejemplo no es de Vesselovski). Este motivo se descompone en cuatro elementos y cada uno y cada uno de ellos puede variar independientemente de los otros. El dragón puede ser substituido por Kostchéi, el torbellino, el diablo, el halcón, el brujo. El rapto puede ser remplazado por un encan- tamiento u otros diversos medios que, en los cuentos, provocan una desaparición. La hija puede ser remplazada por la hermana, la novia, la mujer, la madre. El rey, por un hijo del rey, un campesino, un pope. Por lo tanto, pese a lo que diga Vesselovski, no podemos dejar de recono- cer que el motivo no es un monomio, que se lo puede descomponer. La última unidad descomponible, en tanto que tal, no es una entidad lógica. Conviniendo con Vesselovski que en la descripción la parte debe proceder al todo (y para él el motivo precede al asunto también por su origen), en adelante tendremos que resolver el problema de la de- terminación de elementos primarios de una manera distinta a la de Vesselovski. Lo que Vesselovski no logró, tampoco lo lograron otros investi- gadores. Como ejemplo de procedimiento de gran valor metódico, podemos citar el método de Bédier, 19 cuyo mayor mérito es el haber comprendido el primero que debía existir una relación entre las se- cuencias constantes fundamentales y las designa con la letra griega ω . A las secuencias variables las designa con letras latinas. Por lo tan- to, el esquema de un cuento resulta ω + a + b + c, el de otro ω + a + b + c + n, el de otro más aún ω + m + l + n, etc. Esta idea, exacta en lo que respecta al fondo, tropieza con la imposibilidad de captar el sentido exacto de ω . En el fondo; qué representan objetivamente los elemen- tos de Bédier, y cómo aislarlos, es lo que queda por aclarar. 20 En general a la descripción de los cuentos se le ha dado poca im- portancia, prefiriendo tomarse el cuento como algo dado, acabado. Ha sido preciso llegar a nuestra época para que la idea de la necesi- dad de una descripción exacta comience a difundirse, a pesar de que hace mucho tiempo que se viene hablando de las formas del cuen- to. Efectivamente, mientras los minerales, las plantas y los animales están descriptos (y precisamente descriptos y clasificados según su XII estructura), mientras numerosos géneros literarios también lo están (fábula, oda, drama, etc.), el cuento ha sido siempre estudiado sin des- cripción previa. Chklovski demostró a qué absurdos conduce a veces el estudio genético de los cuentos cuando no nos detenemos en sus formas. 21 Cita como ejemplo el conocido cuento de la tierra medida por medio de una piel. El héroe del cuento tiene derecho a tomar tanta tierra como la que puede medir por medio de una piel de buey. Recorta entonces la piel en lonjas y así se apodera de mucha más tierra de lo que pensaba el adversario, quien de este modo resulta engañado. V. F. Miller y otros han querido ver aquí las huellas de un acto jurídico. Chklovski escribe: «Resultaría que el adversario engañado –en todas las variantes del cuento se trata siempre de engaño– no habría protestado contra esta usurpación porque era de uso corriente medir la tierra de ese modo. Ello es absurdo. Si en el momento en que se cumplía la pre- sunta acción del cuento, el uso de medir así la tierra («tanta como pu- diese ser rodeada de lonjas») hubiese existido y hubiese sido conocido por el vendedor y el comprador, no sólo no habría habido engaño sino que tampoco habría existido asunto para el cuento, ya que el vendedor sabía lo que le esperaba.» Por lo tanto, relacionar un relato imaginario con una realidad histórica sin tener en cuenta las particularidades del relato como tal, conduce a concluciones falsas, por considerable que sea la erudición del investigador. Lo métodos de Vesselovki y de Bédier pertenecen a un pasado más o menos lejano. Aunque estos sabios hayan trabajado sobre todo como historiadores del folklore, sus procedimientos de análisis formal cons- tituían nuevas adquisiciones, exactas en lo esencial, pero que nadie desarrolló ni utilizó. En la hora actual, la necesidad de un análisis de las formas del cuento ya no suscita ninguna objeción. 22 No obstante, ocurre que en este dominio nuestros contemporá- neos fuerzan un poco la nota. El citado libro de Volkov propone el mo- do de descripción siguiente. Ante todo, los cuentos se descomponen en motivos. Se consideran como motivos tanto las cualidades de los héroes («dos yernos inteligentes, el tercero imbécil») como su cantidad («tres hermanos»), o sus actos («la última voluntad del padre –velar sobre su tumba después de su muerte– sólo fue cumplida por el ton- to»), u objetos (la cabaña sobre patas de gallina, los talismanes), etc. A cada uno de esos motivos corresponde un signo convencional: una letra seguida por una o dos cifras. Los motivos más o menos empa- rentados se designan con la misma letra, acompañada de cifras dife- rentes. Se impone entonces una pregunta: si queremos ser realmente XIII consecuentes y simbolizar de este modo el contenido total del cuento ¿cuántos motivos obtendremos? Volkov presenta unos 250 símbolos (la lista completa falta). Resulta evidente que desdeñó muchas cosas, que realizó una selección, pero ignoramos el procedimiento empleado. Una vez hecha esta selección, Volkov transcribe los cuentos traducien- do mecánicamente los motivos en símbolos y compara los esquemas obtenidos. Cuentos análogos dan evidentemente esquemas análogos. Esas transcripciones ocupan todo el libro, pero la única «conclusión» que se puede sacar es que los cuentos análogos se asemejan, conclu- sión que no obliga a nada ni conduce a ninguna parte. 23 Vemos ahora cuál es el carácter de los problemas estudiados por la ciencia que nos ocupa. El lector poco informado se preguntará sin duda si, en el fondo, no nos consagramos a abstracciones perfecta- mente inútiles. ¿Interesa, acaso, saber cómo clasificar un cuento o có- mo determinar sus elementos fundamentales; decidir si un motivo es o no descomponible, o si un cuento debe ser estudiado de acuerdo con sus motivos o su asunto? Quiérase o no, parecería más útil proponer cuestiones más concretas, más tangibles, más familiares al simple afi- cionado a los cuentos. Pero esta exigencia está fundada en un error. Consideremos un caso análogo. ¿Podemos hablar de la vida de una len- gua sin conocer nada de las partes de la oración, es decir, de los grupos de palabras dispuestos de acuerdo con las leyes de sus mutaciones? La lengua viva es una noción concreta y la gramática, su substrato abs- tracto. Esos substratos se encuentran en la base de numerosos fenó- menos de la vida, y la ciencia les dedica preferente atención. Sin el estudio de tales fundamentos abstractos, es imposible explicar cual- quier noción concreta. Nuestra disciplina no se ha limitado a las cuestiones abordadas aquí. No hemos hablado sino de los problemas vinculados con la mor- fología. No hemos mencionado, entre otras cosas, el inmenso dominio de las investigaciones históricas, las cuales, aparentemente, pueden parecer más atrayentes que las investigaciones morfológicas y han obtenido ya múltiples resultados. Pero el problema general del origen del cuento no ha sido resuelto en su conjunto, aunque existan, a no dudarlo, leyes de nacimiento y de desarrollo que todavía aguardan ser estudiadas y formuladas. Las cuestiones particulares, en cambio, han interesado mucho más. Enumerar los nombres y los trabajos que se refieren a ello carecería aquí de interés. 24 Limitémonos a afirmar que, en tanto no exista un estudio morfológico valedero, no existirá tam- poco un estudio histórico valedero. En tanto no sepamos descomponer XIV un cuento en sus elementos constitutivos, no sabremos tampoco rea- lizar comparaciones correctas. ¿Y sin comparaciones, cómo podemos imaginar poner en claro, por ejemplo, las relaciones indo-egipcias, o las relaciones de la fábula griega con la fábula india, etc.? Si no sabemos comparar un cuento con otro, ¿cómo estudiar los vínculos del cuento con la religión, o comparar cuento y mito? Finalmente, así como todos los ríos van al mar, todos los aspectos del estudio de los cuentos deben, en última instancia, llevar a la solución de un problema muy importan- te, que aun no ha sido resuelto: el de la semejanza entre los cuentos del mundo entero. ¿Cómo explicar la existencia de cuentos semejantes sobre la princesa–rana en Rusia, en Alemania, en Francia, entre los In- dios de Asia y de América, y en Nueva Zeelandia, cuando no es posible, históricamente, demostrar la existencia de relaciones entre todos esos pueblos? No podemos explicar esta similitud si nos formamos ideas falsas sobre su carácter. Un historiador insuficientemente informado de las cuestiones morfológicas no podrá ver semejanzas allí donde sin embargo existen; pasará junto a correspondencias importantes sin ha- berlas notado y, a la inversa, verá afinidades allí donde el especialista de la morfología le muestre que los fenómenos comparados son total- mente heterogéneos. Vemos pues, finalmente, que muchas cosas dependen del estudio de las formas. Vamos a dedicarnos –es necesario– a una minuciosa y pesada labor de análisis, complicada aún por el hecho de ser enfocada desde un punto vista abstracto y formal. Pero esta labor penosa y «no- interesante» es el único camino susceptible de conducir a generaliza- ciones «interesantes». 25 1 Profesor M. Speranski, Rousskaïa oustnaïa sloviesnost (La literatura oral rusa). Moscú, 1917, p. 400. 2 J. Bolte und G. Polivka, Anmerkungen zu den Kinder- und Hausmärchen der Brüder Grimm, t. I (1913), t. II (1915), t. III (1918). 3 Precisemos de paso que, para que este enriquecimiento sea posible, sería necesario establecer un intercambio internacional regular de materiales y documentación. A pesar de que nuestra Unión sea uno de los países más ricos en cuentos (pensemos tan sólo en la importancia y en la variedad de los cuentos en que se cruzan influencias mongoles, indias y europeas), todavía carecemos de un centro capaz de proporcionarnos las informaciones necesarias. El Instituto de Historia del Arte ha establecido archivos para los materiales y la documentación obtenidos por sus colaboradores. La transformación de esos archivos en un centro de documentación nacional revestiría un interés internacional. 4 Véase particularmente V. Savtchenko, Rousskaïa narodnaïa skazka (El cuento popular ruso). Kiev, 1913.XV 5 Clasificación propuesta por V. F. Millar. Esta clasificación es, en substancia, seme- jante a la de la escuela mitológica (mito, vida cotidiana, animales). 6 Nombre atribuido al oso (N. del T.). 7 W. Wundt, Völkerpsychologie, vol. II, 1ª parte, p. 346 y ss. 8 Véase Lydia Windt, Basnia, kak, literatourny janr, (La fábula como género litera- rio), Poètika, III, Leningrado, 1997. 9 Especie de hada Jorobeta de los cuentos rusos. (N. del T.) 10 Encantador perverso de los cuentos rusos. (N. del T.) 11 R. M. Volkov, Skazka. Rozyskania po sioujetoslojeniou narodno ĩ skazki. t. I. Skazka vielikorousska ĩ a, oukra ĩ nska ĩ a, bielorousska ĩ a. Gos. Izd. Oukra ĩ ny, 1924. 12 A. Aarne, Verzeichnis der Märchentypen, «Folklore Fellows Communications», nº 3, Helsinki, 1910. 13 Una lista de los trabajos de esta escuela, que aparecen bajo el título general de «Folklore Fellows Communications» (FFC), fue publicado en el primer número de la revista «Khoudojestvenny Folklor», en un artículo de N. P. Andreiev. 14 Véase el artículo de N. P. Andreiev, Sistema Aarne i katalogijassiya rousskikh ska- zok (El sistema de Aarne y la clasificación de los cuentos rusos), en el registro de trabajos de la Comisión del Cuento para 1924-1925. Andreiev prepara asimismo una traducción del índice de Aarne, fusionado y adaptado al material ruso. 15 A. I. Nikiforov, Skazochié materialy Zaonezja, sobrannye v 1926 godou (Cuentos de ultra-Onéga, seleccionados en 1926), in Obzor Rabot Skazossnoi Komissi za 1926 g. (Revista de trabajos de la Comisión del Cuento, 1926). 16 Nuestras tesis esenciales pueden ser también verificadas en las clasificaciones siguientes: Oreste Miller, Opyt istoritcheskovo obozrénia rousskoi slovesnosti (En- sayo de revisión histórica de la literatura escrita y oral rusa), 2ª ed., San Peters- burgo, 1865, y en 34 prissoujdénii Demidovdkikhnagrad (34ª adjudicación de los premios Demidov), 1866. J. G. v. Hahn, Griechische und albanesische Märchen, Lei- pzig, 1864. G. L. Gomme, The Handbook of Folklore, Londres, 1890. P. V. Vladimirov, Vvédenié v istoriou rousskoi slovesnosti (Introducción a la historia de la literatura escrita y oral rusa), Kiev, 1896. A. M. Smirnov, Sistematitcheskioukazatel tèm i va- riantov rousskikh narodnijkh skazok (Índice sistemático de los temas y variantes de los cuentos populares rusos), Izv. –od. roussk. yaz. i slov. Ak. Naouk XVI-4, XVII- 3, XIX-4. Véase también: A. Christensen, Motif et théme. Plan d’un dictionnaire des motifs de contes populaires, de légendes et de fables, FFC, nº 59, Helsinki, 1925. 17 A. N. Vesselovski, Poétika, t. II, fasc. I: Poétika Siujetov (Poética de los temas). Introducción, cap. I y II. 18 Es el error fatal de Volkov: «El asunto del cuento es la unidad constante que ofrece el único punto de partida posible para el estudio del cuento» (Skazka, p. 5). Contes- tamos a ello: el asunto no es una unidad, sino un complejo; no es constante, sino variable, y no se lo puede tomar como punto de partida en el estudio del cuento. 19 Joseph Bédier, Les Fabliaux, París, 1893. 20 Véase S. F. Oldenbourg, Fablo vostotchnovo proiskhojdénia (El «fabliau» de ori- gen occidental) in Journal Ministerstva Narodnogo Prosvescenia, oct. 1906, que da una crítica más detallada del método de Bédier. 21 Victor Chklovski, Téoria prosy (Teoría de la prosa), Moscú-Leningrado, 1925, p. 24 y ss. 22 Véase el artículo de A. I. Nikiforov: Ka voprosou o morfologices kom izoujeni ska- zki (A propósito del estudio morfológico de los cuentos). Selección en homenaje a A. I. Sobolievski. XVI 23 Véanse las críticas de R. Chor (Petchat i Revolioutsia, 1924, vol. 5), de S. Savtch- enko (in Etnographitchni Visnij, 1925, vol. I) y de A. I. Nikiforov (l zvestia Otdelenia rousskogo yazyka i slovesnosti Akademii Naouk, t. XXXI, p. 367). 24 Véase E. Hoffmann-Krayer, Volkskundliche Bibliographie für das Jahr 1917 (Es- trasburgo, 1919), für das Jahr 1918 (Berlín-Leipzig, 1920), für das Jahr 1919 (Berlín- Leipzig, 1922). Abundante documentación en «Zeitschrift des Vereins für Volk- skunde». 25 Las obras generales más importantes acerca del cuento son las siguientes: W. A. Clouston, Popular tales and fictions, their migrations and transformations, Lon- dres, 1887. V. F. Miller, V sémirnaia shazka v koultourno-istoritcheskom osvésch- ténii (Los cuentos del mundo entero a la luz de la histona de las civilizaciones), Rousskaia Mysl, 1893, XI. R. Koehler, Aufsätze über Märchen und Volkslieder, Berlín, 1894. M. E. Khalanski, Skazki (Los cuentos), en «Historia de la literatura rusa», red. de Anitchkov, Borozdine y Osvianiko-Koulikovski, t. I, fasc.2, cap. VI, Moscú, 1908. Thimme, Das Märchen, Leipzig, 1909. A. van Gennep, La formation des légendes, París, 1910. F. von de Leyen, Das Märchen, 2-te Aufl., 1917. K. Spiess, Das Deutsche Volks-märchen, (Aus Natur und Geisteswelt, nº 587), Leipzig-Berlín, 1917. S. F. Old- enbourg, Stranstvovanié skazki (Migración del cuento) in «Vostock», nº 4. G. Huet, Les contes populaires, París, 1923. CAPÍTULO II Método y Material Estaba plenamente persuadido de que un tipo general, al constituirse a través de metamorfosis, pasaba por todas las entidades orgánicas, y que era posible observar todas sus partes en ciertas etapas intermedias. Goethe Diario (Tag und Jahrshefte), 1790. Ante todo, tratemos de formular nuestro objetivo. Como lo hemos dicho en el prólogo, nuestra obra está consagrada a los cuentos populares fantásticos, cuya existencia como categoría XVII particular es hipótesis indispensable de trabajo. Por el momento consideraremos «fantásticos» los cuentos clasificados por Aarne bajo los números 300 a 749. Esta definición es artificial, pero más adelante tendremos la oportunidad de dar una definición más exacta, basada en las conclusiones obtenidas. Emprenderemos un estudio comparado de sus temas. Para ello comenzaremos por destacar las partes constitutivas de los cuentos fantásticos mediante métodos especiales; luego esas partes servirán de base a nuestros trabajos de comparación. Su resultado será establecer una morfología del cuento, es decir, una descripción del cuento según sus partes constitutivas y según las relaciones de esas partes entre sí y con el conjunto. Pero ¿con qué métodos puede obtenerse una descripción de un cuento? Probemos de comparar los siguientes casos: 1- El rey da un águila a uno de sus bravos. El águila lleva al bravo a otro reino. 2- Su abuelo da un caballo a Soutchenko. El caballo lleva a Sout- chenko a otro reino. 3- El mago da una barca a Iván. La barca lleva a Iván a otro reino. 4- La hija del rey da un anillo a Iván. Los bravos evocados por el anillo de Iván a otro reino, etc. 1 Esos diferentes ejemplos presentan segmentos narrativos constantes y variables. Los nombres de los protagonistas (y sus atributos) varían, pero sus acciones, o funciones, no varían. De donde puede llegarse a la conclusión de que, con frecuencia, los cuentos otorgan idénticas acciones a personajes diferentes. Ello nos permite estudiar los cuentos según las funciones de los personajes. Tendremos que determinar en qué medida esas funciones son realmente dimensiones constantes, reiterativas, del cuento. Todas las otras preguntas que podamos formularnos dependerán de la respuesta dada a la primera: ¿cuántas funciones pueden encontrar- se en los cuentos? Un simple examen demuestra que las funciones se repiten de manera sorprendente. Así la Baba-Yaga, como Morozko, el oso, el silvano o la cabeza de yegua ponen a prueba a la hijastra y luego la recompensan. Prosiguiendo la observación, se puede comprobar que los personajes, por diferentes que sean, suelen realizar la mis- ma cosa. La manera cómo cumplen su función puede ser distinta: XVIII constituye, pues, una dimensión variable. Morozko obra de otro modo que la Baba-Yaga. Pero la función como tal es una dimensión constante. Lo importante es saber lo que hacen los personajes del cuento, y no quién lo hace ni cómo –cuestiones accesorias. Las fun- ciones de los protagonistas representan, precisamente, aquellas partes constitutivas a que aspiraban los «motivos» de Vesselovski o los «elementos» de Bédier. Observemos que el hecho mismo de la repetición de funciones idénticas con actores diferentes fue notada hace mucho tiempo por los historiadores de las religiones en los mi- tos y las creencias, pero pasó inadvertido para los historiadores del cuento popular (Wundt, Negelein). 2 Así como los caracteres y las funciones de los dioses pasaron de los unos a los otros y hasta terminaron por transmitirse a los santos del cristianismo, del mismo modo las funciones de ciertos persona- jes de cuentos pasaron a otros personajes. Podemos anticiparnos diciendo que los personajes son extremadamente numerosos, pero que el número de funciones es extremadamente reducido. Ello se debe a una doble cualidad de los cuentos: por una parte su sorpren- dente variedad, su riqueza de detalles y de coloridos; y por otra, su no menos sorprendente uniformidad, su frecuente repetibilidad. Las funciones de los personajes representan, pues, las partes fun- damentales del cuento, y son las que ante todo debemos destacar. Pero para ello nos es necesario comenzar por definirlas, y esta definición debe partir de dos puntos de vista. Primero: en ningún caso la definición debe tener en cuenta el personaje que cumple la función. Con frecuencia, la definición se presentará bajo la forma de un sustantivo que expresará la acción (prohibición, interroga- ción, huida, etc.). Segundo: la acción no puede ser definida fuera de su lugar en el desarrollo del relato. Hay que tener en cuenta el significado que adquiere una función dada en la marcha de los acontecimientos. Así, cuando Iván se desposa con la hija del rey, dista de ser lo mis- mo que cuando un padre se desposa con una viuda, madre de dos hijos. Otro ejemplo: si en un caso el héroe recibe cien rublos de su padre y con ese dinero compra un gato-adivino y si, en otro caso, el héroe recibe dinero en recompensa de una hazaña heroica y allí termina el cuento, a pesar de la identidad de las acciones (entrega de dinero en ambos casos), nos vemos frente a elementos morfológicos diferentes. Por lo tanto, actos idénticos pueden tener diferentes sig- nificados, y recíprocamente. Por función entendemos la acción de un XIX personaje, definida desde el punto de vista de su alcance significativo en el desarrollo del relato. Las observaciones arriba mencionadas pueden ser resumidas por las fórmulas siguientes: I. Los elementos constantes, estables, del cuento están consti- tuidos por las funciones de los personajes, independientemente de la identidad del actor y de su modo de obrar. Forman las partes consti- tutivas fundamentales del cuento. II. El número de funciones conocidas en los cuentos populares fantásticos es limitado. Una vez destacadas las funciones, se plantea otra pregunta: ¿en qué combinación y en qué sucesión se las encuentra? Veamos ante todo la sucesión. Algunos autores suponen que es fortuita. Vesselovski opina: «La selección y el orden de las tareas y de los encuentros (ejemplos de motivos) presupone ya cierta libertad». Chklovski expresa la misma idea con mayor fuerza aún: «No vemos absolutamente por qué, en un supuesto, la sucesión (fortuita, como observaba Chklovski) de los motivos habría de ser conservada. En las declaraciones de testigos, es justamente la sucesión de los acontecimientos lo que experimenta las mayores deformaciones.» Esta referencia a las declaraciones de testigos no es muy feliz. Si los testigos deforman el orden de los hechos, su relato será incoherente: la sucesión de los acontecimientos tiene sus leyes, y los relatos literarios poseen leyes semejantes, así como las formaciones orgánicas. El robo puede tener lugar antes de que la puerta haya sido forzada. En lo que se refiere al cuento, tiene sus leyes absolutamente particulares, específicas. La sucesión de los elementos, como lo veremos más adelante, es estrictamente idéntica. Su margen de libertad es muy reducido y puede describirse con exactitud. Ello nos proporciona la tercera tesis fundamental de nuestro trabajo, tesis que deberemos desarrollar y demostrar: III. La sucesión de las funciones es siempre idéntica. En lo que se refiere a la combinación de las funciones, diremos ante to- do que distan de aparecer completas en todos los cuentos. Pero ello no incide en la ley de la sucesión, y la ausencia de ciertas funciones no mo- difica el orden de las demás. Ya tendremos oportunidad de volver so-Next >