< Previous68 upsalón El pasado 2012 fue un año inaugural para el cine cubano. La piscina irrumpía silenciosamente en el mapa cinema- tográfico insular, saliéndose de todo posible meridiano, para enrumbar –por fortuna– hacia nuevos caminos discursivos. Sin ambiciones de trascendencia, en parte por la despreocupación respecto a las exigencias del gran público, abría las puertas a una mirada al margen del cliché en el relato imaginario de la nación. Con solo unas semanas de exhibición en el circuito nacional de estrenos y escasas presentaciones en los eventos del audiovisual en Cuba, 1 la película logró alzarse con los premios: Mejor Opera Prima, en el Festival de Cine Pobre de Gibara; y Riesgo y Búsqueda Artística, en la on- cena edición de la Muestra de Jóvenes Realizadores. Sin embargo, su recepción institucional fue poco benévola y en los predios de la crítica contó con exiguos cultores (a excepción de aquellos que elogiaban –como buenos hijos del formalismo– la novedad de una narrativa vacía de peripecias y héroes capaces de emprender grandes acciones, cual cine-ojo: ocupado de registrar más que de argumentar). Otro de los valores encontrados era el desprendimiento del discurso localista –que ha marca- do la producción fílmica cubana– en pos de temáticas y tratamientos «universales», razón quizás del exitoso periplo tras su estreno internacional en febrero de 2013 en la sección Panorama para primeras películas de la edición número 63 del Festival Internacional de Cine de Berlín. 2 Este avance exitoso en eventos de alto prestigio motiva nuevas preguntas que invitan a un segundo acer- camiento, uno que obvie el mero análisis de la variación del estilo para entonces dilucidar las estructuras que los mecanismos de simbolización refractan. En el film parecen converger dos estados de cosas opuestos y, a la vez, complementarios. Por una parte, se pondera el uso de una cámara no narrativa, con pocos movimientos, que parece acercarse más bien a una intención documental e imparcial; todo lo cual tributa a caracterizar el tiempo narrativo de la película como apegado a la calma, a un cierto sentido de pesantez e invariabilidad. Por otro lado, se le puede oponer el tiempo físico o meteorológico, el cual funciona como expresión del cambio, de lo variable que puede ser el entorno y, por tanto, los procesos que se desarrollan en ese entorno. En este sentido, quizás sobrevuele aquí la metáfora de la identidad nacional, de los escabrosos caminos de la historia cubana que encuentran en la sociedad de hoy una acumulación de fantasmas de antaño con sus variantes actuales. La tendencia a crear ilusiones de estabilidad, a pretender la existencia de una falsa capa superficial de valores, concepciones e ideologías que engloba al sujeto colectivo y que invariablemente choca con la empe- dernida y muchas veces semisecreta individualidad de cada integrante de ese sujeto colectivo, son conflictos constantes en nuestro devenir nacional, conflictos que hoy se complejizan con las secuelas de la historia de los últimos años del siglo pasado. Quizás, apelando a una suma licencia, podríamos aplicar aquello que hace miles de años decía Buda: «Nada es eterno excepto el cambio». En el texto fílmico se distingue una clara definición generacional, que de algún modo ilustra las diferentes ac- titudes que marcaron la experiencia del sujeto individual en los últimos cincuenta años en Cuba. En el entrenador más anciano encontramos la autoridad que desplaza, la reafirmación del yo «correcto» frente al otro «incorrecto» o, cuando menos, visto desde una situación de poder en el que el mayor siempre se encuentra en posición dominan- te. El entrenador joven encarna esa suerte de «nihilismo» posterior a los años noventa, que halló en la indiferencia el escudo perfecto para contrarrestar la hostilidad de las condiciones sociales que se le imponían. Por último, en los alumnos se aprecia el claro impacto de todos estos complejos procesos, y es en este punto, quizás, donde más estremecimiento provoca el film. El retrato de esta nueva generación resulta chocante: sujetos mutilados, incompletos, que salen del paradigma cultural de «lo nor- mal». En los protagonistas del film se resume el profundo Celia Rodríguez Tejuca Nils Longueira Borrego La maldita circunstancia del agua por todas partes me obliga a sentarme a la mesa del café. Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer hubiera podido dormir a pierna suelta. Mientras los muchachos se despojaban de sus ropas para nadar Doce personas morían en un cuarto por compresión. Virgilio Piñera, La isla en peso Más allá de Béla Tarr o sobre cómo la nación se refracta69 sentimiento de carencia espiritual dominante luego de que el proyecto social cubano entrara en crisis con la caída del campo socialista. El espacio de la piscina (suerte de constructo simbólico que deviene sitio de carnavalización donde los «no normales» encuentran un lugar de convivencia en el cual son ellos el eje de atención) resulta una es- pecie de aleph transitorio en el que confluyen diversos traumas. Entre ellos, la incomunicación, marcada a través de la escasez de diálogos, del sonido directo que predomina, el cual resalta los sonidos del agua de la piscina y del viento. En este senti- do, el personaje de Oscar resulta en extremo interesante. Este adoles- cente se niega voluntariamente a hablar, en una actitud que difiere del estereotipo atribuido a la identidad cubana y latina en general. Oscar de- viene sujeto en crisis que cuestiona su condición de ser necesariamente social, y a la vez se ve empujado a tratar de resolver esos problemas en el propio medio social. La decisión de no articular palabra, además, trae a la historia de La piscina el giro hacia lo íntimo, 3 en oposición a la noción de masa y de colectividad que había dominado la experiencia cubana luego del triunfo de la Revolución. El problema de la incomu- nicación nos acerca a otra de las características de esta suerte de muestra social. Con el personaje de Diana se plantean dos cuestiones fundamentales: en primer lugar, las posturas éticas; luego, la repercusión de la crisis de valores que opera en el seno de la sociedad cubana. En escenas como en la que Diana trata de obligar a Oscar a hablar a partir de la agresión física, se vislumbra un interés por desnudar el corrimiento de los límites de permisibilidad por parte de los sujetos supuestamente encargados de mantener un patrón de comportamiento socialmente «correcto» (en este caso, la figura del profesor). Mientras Diana prác- ticamente ahoga a Oscar, el profesor continúa sentado en su silla. La res- ponsabilidad de la figura de la auto- ridad es puesta en crisis por esta mu- chacha que constantemente intenta desplazar los límites de lo permitido, en un constate pulso con el poder. Así ocurre, por ejemplo, en la escena en la que Dani le pregunta al profe si no va a competir con Diana. Aquí se observa la intencional subversión de lo que sería la enunciación lógica: Diana debería competir con el profe. Además, el parámetro de «normali- dad» gira –tomando este personaje como el de personalidad dominante al interior del grupo de alumnos de natación– en torno a la capacidad de comunicación y de conscientización de los propios traumas y carencias para proceder a la autoafirmación y desdramatización de la propia condición de sujeto supuestamente desvalido. Al ser Diana la que posee más facilidad para expresarse entre todos, es también la que se erige como capaz de manipular a sus se- mejantes, de convertirse en objeto de deseo tanto de Dani como de Esteban, de agredir a Oscar, de poner en crisis de autoridad al profesor y, en suma, de convertirse en sujeto dominante. Así, al jugar con su reali- dad, al reacomodar los patrones éti- cos para dominarla, al poner en crisis los valores establecidos y resultar un canto a la afirmación de un ego por encima del nosotros, anulando la tradicional y manida solidaridad entre sujetos de igual condición, el personaje de Diana encarna perfec- tamente el «hombre nuevo» de la actualidad. Cada uno de estos individuos constituye una isla dentro de la piscina, muchas veces, como Oscar y Diana, por propia voluntad. La condición del agua adentro y afuera (el mar exterior, la piscina interior) terminan por aislar al sujeto en una doble insularidad, en un doble anhelo de fuga tautológico, cerrado sobre sí mismo. Otra línea de relaciones se arti- cula entre los llamados «anormales» y los jóvenes que cumplen con el patrón de «normalidad», de modo que la identidad de cada uno de estos grupos se genera en oposición al otro. El par Arcos-Machado se ha ocupado de explicitar esta pugna identitaria una vez que avanza el hilo narrativo, no sin algunas ambi- Ensayos Cada uno de estos individuos constituye una isla dentro de la piscina, muchas veces, como Oscar y Diana, por propia voluntad. La condición del agua adentro y afuera (el mar exterior, la piscina interior) terminan por aislar al sujeto en una doble insularidad, en un doble anhelo de fuga tautológico, cerrado sobre sí mismo. 70 upsalón güedades y giros de paradigmas. Al focalizar y colocar en situación de protagónicos al grupo de minusválidos se ha quebrado el discurso de la masa como conjunto homogé- neo, y se declara su condición de ente homogenizador de la comunidad, pues cumple la tarea de determinar y fi jar las normas a seguir por sus integrantes. Según Cornelius Castoriadis, la institución de la sociedad recrea, siempre y obliga- toriamente, una lógica sufi cientemente correspon- diente a esta lógica «ensídica» (lo cual le permite sobrevivir como sociedad) bajo la égida de las signi- fi caciones imaginarias sociales instituidas cada vez. Esto le permite crear un mundo dotado de sentido (diferente cada vez). Esta lógica ensídica social (como las signifi caciones imaginarias instituidas cada vez) le son impuestas a la psique durante el largo y pe- noso proceso de la fabricación del individuo social. 4 La piscina, entonces, puede entenderse como ese marco simbólico en el cual no es permisible la comprensión y la convivencia. Cuando unos entran, otros salen. Al mismo tiempo se produce un ascenso de la indi- vidualidad, de ese «yo» que ha quedado adormecido por el «nosotros» en el discurso de la nación. Un «yo» que ha despertado con el gesto refl exivo de la autoconciencia, del ser que se piensa y se cuestiona a sí mismo. Los jó- venes discapacitados viven el trauma existencial de no ser normales: se trata una cuestión para ellos vital, que pauta un ritmo de vida diferente, mucho más pausado, mucho más juicioso. La contrapartida se encuentra en la inconciencia de la masa normal, cuya dinámica acele- rada no concibe el detenimiento ni la búsqueda de una distancia crítica, sino el «dejarse llevar», el «ser ahí» sin más, sin cuestionar la realidad que los interpela. Se ha optado por el cruce o la inversión del paradigma donde solo se reconocen como sujetos sociales a los supuestos incapacitados; mientras los otros limitan su actividad consciente, quedando como simples objetos del sistema que han creado. Lo cual pudiera llevarnos a varias interro- gantes. ¿Es que el no ser incapacitados les permite excluir de la comunidad que imaginan a aquellos individuos que sí lo son? ¿Es esta pasividad sináptica un síntoma de la tolerancia y la conformidad tan habitual en la Cuba de hoy? ¿O acaso se ha producido la pérdida o disolución de la responsabilidad individual en la masa? Los realizadores de La piscina han sabido seleccio- nar un segmento de mercado, al ser concebida para un público-meta de «anormales conscientes», aquellos actores sociales que cuestionan sus condiciones de existencia. Como resultado de esta premisa ideoestética, la película ha tenido una aceptación muy limitada; sin embargo, en ello radica uno de sus principales aciertos. Por qué recurrir a lugares de enunciación comunes que tienden a aplanar nuestra complejidad social por medio de la parodia, estrategia que lamentablemente termina afi rmando, desde la burla y la exotización, un estado determinado de cosas (inamovible en apariencia). Si los dividendos cognoscitivos solo pueden ser obtenidos por unos pocos, qué más da; a fi n de cuentas, estas minorías han permanecido marginadas de los espacios de circu- lación y recepción del gusto cinematográfi co durante mucho tiempo. Es así que el fi lm funciona como metonimia de la sociedad cubana que ha transitado las dos últimas déca- das entre distopías e inconclusiones del proyecto que la novel Revolución proponía: el tiempo suspendido, la no expectativa de cambio, la incomunicación, las diferencias generacionales, la marginación y la inconsciencia de muchos. No solo atiende estas cuestiones, sino que las relata desde un sujeto joven resultado del proceso, que por primera vez tiene el poder para hablar con voz propia. Después de referentes como la Laurita de Madagascar, son los jóvenes quienes comienzan a dialogar sobre su experiencia, a través de mecanismos de enunciación ori- ginales, que no se sustentan en la reiteración de fórmulas ya obsoletas en el marco de la cinematografía nacional. Al mismo tiempo, esto se logra desde la microhistoria, acento de cotidianidad que enriquece en gran medida la intención discursiva del fi lm. La piscina tiene el valor de interpelarnos sin explici- tudes que anclen lo narrado en un contexto específi co. La obra transcurre y se desprende del denominado cine argumental para asumir la pieza como género dramáti- co, lo que garantiza una efi caz transmisión de, más que nada, estados de ánimos. De hecho, sentimientos como la carencia no son mostrados con los recursos habituales; sino que se metamorfosean, pasan del ámbito externo del sujeto a su concreción misma. Es el cuerpo, como entidad simbólica, quien porta esta condición espiritual de lo inacabado. El lenguaje se desautomatiza, sus signi- fi cantes se han metaforizado; y es en este ardid en el que el fi lm encuentra su mayor logro. Se trata de jugar con medios distintos para relatar la nación desde presupues- tos también diferentes. En La piscina, por suerte, nadie pretende una respuesta; más bien, nos quedan múltiples posibilidades de interrogación, entre ellas: ¿qué hacemos cuando los pedazos faltan? 1 La piscina no fue seleccionada dentro de las películas en concurso en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, con lo cual quedó en el espacio de exhibición colateral «Vanguardias». 2 Otros galardones recompensaron La piscina como el Premio Lexus a la Mejor Opera Prima del 30 Festival Internacional de Cine de Miami y el Premio de la Crítica Francesa en el Festival Cinelatino, Rencontres Cinémas d’Amérique Latine de Toulouse. 3 Este giro, que desde el comienzo del denominado Período Especial se ha manifestado en la sociedad cubana, implicó también una mayor visibilidad y diversifi cación de las experiencias religiosas, así como una mirada mucho más desprejuiciada hacia esas experiencias por parte de la sociedad. En este sentido es muy ilustrativo el fi lme de 1994 Madagascar, de Fernando Pérez. 4 Cornelius Castoriadis, «El imaginario social instituyente», Zona Erógena, n. o 35, 1997, p. 6.71 No, usted no está leyendo la revista equivocada. Ni se trata de un error de edición, ni es un acto hereje o sacri- legio, ni una ilusión (o mejor, desilusión) óptica. Si usted consigue establecer alguna semejanza entre el título anterior y una nota desafinada del violín en una sonata, o la desincronización del pas de deux del cisne negro, o un insospechado agujero en la pista de aterrizaje, o la decepción de que un gran poema termine con un verso absurdamente vano y deslucido, entonces no resultará exagerado afirmar que un error ortográfico puede tanto molestar, causar risa, como hacer sentir lástima y re- chazo. Y es que la ortografía no solo demuestra el nivel de instrucción del que escribe, sino que suele afectar la comunicación desde la demora o la anulación. Tres aspectos condicionan las reglas y criterios orto- gráficos fundamentalmente: la pronunciación, el uso y la etimología (en esa jerarquía), 1 en función de «garantizar y facilitar la comunicación escrita entre los usuarios de una lengua mediante el establecimiento de un código común para su representación gráfica». 2 Del griego oρθογραφία ( oρθο - ‘recto, correcto’ y - ραφία ‘escritura’), el principio normativo le es inherente, pero la norma deriva de una convención no estática que varía según los contextos históricos y sociales, y que intenta ser coherente –en cuestiones de lenguaje la coherencia forma parte de la ilusión de perfección; piénsese en que prácticamente cada regla ortográfica en español tiene excepciones–. Una falta de ortografía puede constituir una falta histórica. En este sentido se busca la correspondencia entre fonemas y grafemas; a pesar de la existencia en algunos casos de más de un grafema para un mismo sonido, el español es uno de los más fieles, y difícilmente la voluntad individual logre algún cambio en los casos b-v, s-c-z-x, g-j, ll-y. Lo evidente es que la relación de subordinación entre el lenguaje oral (regente) y el escrito (regido) determina en buena medida la existencia de reglas ortográficas es- pecíficas. Al respecto había señalado Quintiliano: «Ya que queda dicho cuál es la regla de hablar, digamos qué reglas hay para escribir. Lo que en griego se llama ortografía lla- memos nosotros ciencia de escribir bien. Yo juzgo que se debe escribir cada palabra como suena, si no lo repugna la costumbre. Porque el oficio de las letras parece ser éste, conservar las voces, y restituir, digamos así, al que lee lo que se le encomendó; y así deben declarar lo que nosotros hemos de decir». 3 Si bien desde las obras y acciones de Alfonso X el Sabio, Alfonso de Palencia (Vocabulario universal en latín y en romance, 1490), Antonio de Nebrija (Gramática de la lengua castellana, 1492 y Reglas de ortographía en la lengua castellana, 1517) y la determinante repercusión de la imprenta, va creciendo el interés y la necesidad de re- gularizar la ortografía castellana-española, es en el siglo xviii , después de los siglos de oro, que comienza la noción de conciencia ortográfica, a la que contribuyó la primera edición de una ortografía académica española en 1741. Luego continúa una larga historia de peticiones, imposiciones, aperturas y rechazos… que tuvo reciente- mente, en el año 2010, un momento trascendental con la Nweba hocto grafia de la lengwa hezpannola En el tricentenario de la fundación de la Real Academia Española Yohana Beatriz Martínez72 upsalón publicación de la Nueva ortografía de la lengua española (NOLE) con alrededor de 746 páginas. Así pues, partiendo de que el significado de la primera palabra del nombre de la obra tiene matices, le propongo a usted un nuevo título, atenuador, para este artículo centrado en realizar una breve e incompleta presentación, que no nos exime de acudir a las fuentes bibliográficas básicas, para subrayar los aspectos más novedosos, los más polémicos, los más contrastivos en relación con los antecedentes… Glosar la Nueva ortografía de la lengua española Guión: Yo voy a proponer a usted un nuevo sistema de enseñanza, de resultados brillantes, siendo al mismo tiempo recreativo y pintoresco, por el cual a la vez que nuestra ortografía, conocerá usted muchas de nuestras costumbres […] Va usted a verla en tipos, humanizada; ortografía que rueda por calles y plazas. La ortografía somos todos. Carlos Achines y Gonzalo Cantó , Ortografía. Sátira cómico-lírica en un acto y cuatro cuadros, en prosa y verso En los últimos años han sido publicados diversos textos –Diccionario panhispánico de dudas (DPD, 2005), Nueva gramática de la lengua española (NGLE, 2009), Diccionario de americanismos (2010), Nueva gramática de la lengua española. Manual (Manual NGLE, 2010), entre otros– que siguen una tendencia que se ha dado en llamar «panhispá- nica» y que tiene entre sus premisas no solo la interacción entre la Real Academia Española y las veintidós academias, integrantes de la Asociación de Academias de la Lengua Española, sino también –y esto es más importante– la re- presentación de los rasgos lingüísticos de los más variados espacios. Lo panhispánico viene entonces a reconocer y validar, al menos idealmente, las semejanzas y diferencias del español. De modo que en la actualidad, a pesar de ciertos sectores más conservadores, el prestigio superior de la variedad peninsular del español sobre la americana constituye una aberración y un delirio. Ante tal variedad y riqueza de textos no es aconse- jable asumir uno como sagrado, pues mientras algunos se rectifican, otros se contradicen; se hace imprescindible cotejarlos y explicitar. Permítame ilustrar con un primer ejemplo morfológico: el caso del prefijo ex-. En el DPD se dice que cuando tiene valor ‘que fue y ya no es’ se escribe separado del núcleo lexical y sin guion intermedio: ex alumno, ex marido. Esto es corroborado por la NGLE y el Manual NGLE. Pero la NOLE expresa que el prefijo ex- se debe escribir unido: exalumno, exnovio, exministro; y de modo independiente solo cuando hay más de un núcleo lexical, sobre todo en locuciones y otros grupos sintác- ticos: ex primer ministro, ex número uno. Amplia, detallada y minuciosa son las principales características que se adjudican a la NOLE, y que consti- tuyen además la primera diferencia de esta nueva edición en comparación con las anteriores. Los cambios ortográficos suelen ser más problemá- ticos –hasta traumáticos– que los gramaticales. De ahí que cada reforma ortográfica obtenga tantos aplausos como rechazos. Y es que la frontera entre persuasión e imposición es relativa. ¿Cómo convencer a una mujer de que luce sexi (con i) en esas panti (con i)? ¿Cómo decirle a un guionista que no toleramos ni un *guión 4 más con tilde y que para el próximo episodio queremos un buen guion sin tilde? ¿Cómo explicarle a la distribuidora de Pepsi en el mundo hispanohablante que debe variar el nombre de su famosa marca por pesi, aunque esto implique perder tanto la relación entre los fonos y el sonido del gas que se libera al abrir el envase, como millones? No se puede entender la ortografía sin la red de asociaciones, algunas contradictorias entre sí, que sus enunciados causan: convención, renovación/conserva- ción, teoría/práctica, oralidad y escritura, prisión/libertad, aceptabilidad/desaprobación, norma vs descripción, variabilidad y unidad. Precisamente velar por la unidad del idioma ha sido uno de los objetivos constantes de las ortografías, pero hoy se hace imposible pensar tal unidad sin la variabilidad que le resulta inherente –variabilidad diatópica, diafásica, diastrática, estilística–. Otro de los propósitos es describir el sistema ortográfico, a partir de la presentación detallada de las normas que rigen una «correcta» escritura; ello sin obviar las relaciones entre lo oral y lo escrito. Ya ha sido superada la idea de que la escritura es la representación fidedigna del habla, ambas nociones son autónomas; pero juntas favorecen y consolidan el plano fónico de la lengua. Para contrarrestar el tema de la imposición que nace de la función de establecer un código común de la repre- sentación gráfica, lo más homogéneo posible, la NOLE busca patrones de comportamiento y explica las normas; por eso se califica de razonada: «La ortografía propone regulación y flexibilidad, parece una contradicción pero es una oportunidad». 5 También la NOLE se caracteriza por ser autosufi- ciente, simple, en el sentido de que intenta prescindir del lenguaje especializado y de tecnicismos –cuando no ha quedado otra solución se ha explicado y definido el concepto– y divulgativa; aspecto fácilmente constata- ble porque aparecen destacados tipográficamente tres niveles de información: 1) Texto base (exposición general de la doctrina or- tográfica) 2) Información adicional (ampliaciones) 3) Advertencias (notas normativas) La obra –cuya comisión interacadémica estuvo presidida por Víctor García de la Concha, con Humberto López Mo- rales como secretario y Salvador Gutiérrez Ordoñez, coor- dinador; mientras que al frente de la comisión académica de ortografía, específicamente de la Academia Cubana de la Lengua y del área lingüística de Las Antillas estuvie- ron Ofelia García Cortiñas, Roberto Fernández Retamar y Marlen Domínguez– se divide estructuralmente en: • Presentación, información preliminar, abreviaturas y signos usados Paréntesis73 • Introducción: marco histórico del fenómeno de la escritura, origen y evolución de los sistemas ortográ- ficos, en especial el español, criterios de referencia para la fijación de sus normas. • Primera parte: principios y normas generales del sistema ortográfico. Consta de cinco capítulos: 1) las letras o grafemas, 2) la tilde, 3) los signos de puntua- ción y auxiliares, 4) las letras mayúsculas y minúscu- las, y 5) las pautas que rigen la representación gráfica de las unidades léxicas (incluidas sus abreviaciones), con atención especial a los problemas de unión y separación de palabras en la escritura. • Segunda parte: el tratamiento ortográfico que debe darse a determinadas palabras o expresiones que plantean dificultades específicas. Contiene tres ca- pítulos: 1) ortografía de las expresiones procedentes de otras lenguas (extranjerismos y latinismos), 2) ortografía de los nombres propios (antropónimos y topónimos), y 3) ortografía de las expresiones numéricas. • Apéndices: 1) Lista de abreviaturas, 2) Lista de símbo- los alfabetizables, 3) Lista de símbolos no alfabetiza- bles, y 4) Lista de países y capitales con sus gentilicios • Nómina de textos citados I. El uso de las letras o grafemas En total el español tiene 27 grafemas o letras, divididos en 24 fonemas (22 en el español de Cuba porque aquí se manifiestan fenómenos como el seseo y el yeísmo) 6 y 5 dígrafos (ch, ll, qu, gu, rr). Esto tiene una consecuencia inmediata en la elaboración de diccionarios e índices; por ejemplo: ordénese alfabéticamente las siguientes palabras: luz, lemario, lluvia, lucubración // chicle, cuar- tilla, cábala, cicuta Las denominaciones de las letras y dígrafos varían según las generaciones, los métodos de enseñanza y los espacios; para uniformar, la NOLE favorece las siguientes: bBeyYeqCu vUverErrezZeta wUve doblerrDoble erreh0Hache Tabla 1. Casos dudosos de los nombres de las letras en la NOLE Por otra parte, se acepta tanto hierba como yerba pero se prefiere la primera, excepto en yerbero. La conjunción copulativa y ante i (semiconsonante) + vocal no cambia en e: agua y hielo (difiere de: continentes e islas); mientras que y átona en final de palabra se representa con i: curri, panti, sexi, excepto en muy. También hay una tendencia a simplificar los grupos consonánticos: psicología > sicolo- gía, mnemotécnica > nemotécnica, transferir > trasferir, entre ellos el grupo st: postmoderno > posmoderno, postindustrial > posindustrial. Cuando dicha combinación antecede a una palabra que inicia en s, se recomienda la manera tradicional: postsimbolismo, postsocialismo. La secuencia pt tiende a elidirse por debilitamiento articu- latorio, de modo que coexisten variantes gráficas como septiembre y setiembre, y séptimo y sétimo. II. El uso de la tilde La función principal de la tilde es la prosódica, es decir, indicar un ascenso tonal –unido habitualmente al au- mento de la duración o intensidad – en la vocal y sílaba destacadas. Por eso los monosílabos en principio no llevan tilde (a excepción de la tilde diacrítica). Se acepta fútbol y futbol, vídeo y video. La o, monosílabo átono, no se tilda porque en formato digital hay diferencias entre el cero y la letra o. ¿Acaso está en desuso lo manuscrito? ¿Acaso todos tienen los recursos para imprimir cada texto que se escriba? ¿Acaso no es ambigua la siguiente situación –ambigüedad que dificulta la comunicación? Figura 1. Demostración de la ambigüedad entre el número cero y la letra o en un texto manuscrito. La función diacrítica de la tilde –en específico la tilde diacrítica– surge de la necesidad de distinguir una sílaba tónica (dé) de una átona (de). Entonces qué sucede con los pronombres demostrativos este, esa, y con el adjeti- vo/adverbio solo. Pues resulta que son palabras tónicas, siempre que cumplen con los patrones normales de la función prosódica. Conclusión: nunca se acentúan. Ahora bien, en aras de lograr esta unidad, obvian ejemplos que a partir de ahora serían completamente ambiguos. La NOLE dice, esperanzadora e ingenuamente, que el con- texto siempre ayudará. ¿Usted qué opina del siguiente ejemplo?: El estudiante hizo solo un ejercicio. 7 Desde el punto de vista propiamente editorial, no se puede pedir a la componedora unificar solo sin tilde en todo el volu- men en cuestión, sino que se hace imprescindible revisar uno por uno los casos, porque si es una cita textual no se cambia. La NOLE considera diptongo las secuencias vocálicas de a, e, o, antecedidas o seguidas de i, u, siempre que el acento recaiga en las abiertas (también hay diptongo entre i, u). Metodológicamente se justifica la decisión de no acentuar guion, truhan; para ello no determina si se pronuncia monosílaba o bisílaba pues la fuerza de pronunciación siempre recae sobre la misma vocal. III. El uso de los signos ortográficos En Alejandría, los bibliotecarios se congregaron para estudiar la Ilíada y en el curso de ese estudio inventaron los tan necesarios (y a veces, ahora, desgraciadamente olvidados) signos de puntuación. Jorge Luis Borges , «La Cábala», Siete noches La puntuación tiene ante todo una perspectiva textual, lo que se distancia de la oralidad, por tanto consiste en un mecanismo de organización del mensaje del texto. Su 74 upsalón empleo es tan necesario (como declarase Borges) pero se tiende a descuidar en primer lugar porque no tienen la categoría jerárquica de palabra, y en segundo porque su colocación suele caracterizarse como subjetiva y variable, salvo algunas reglas obligatorias. Además de las implica- ciones gramaticales de los signos de puntuación, hay que destacar el valor estilístico en determinado contexto y cómo pueden anular la comunicación. Recuérdese el fa- moso ejemplo: «Si el hombre supiera el valor que tiene la mujer, estaría a sus pies» / «Si el hombre supiera el valor que tiene, la mujer estaría a sus pies». Se reconocen en la NOLE tres funciones principales comunes a todos los signos ortográficos: 1) Delimitar las unidades discursivas y sintácticas (función demarcativa) 2) Indicar los valores y matices de las oraciones, es de- cir, los índices de modalidad, dígase concretamente la clasificación de las oraciones por la actitud del hablante: imperativa, interrogativa, exclamativa. 3) Marcar los segmentos que se omiten en la cadena escrita: Ella lo recuerda siempre; él, no. La coma es uno de los signos más usados en el nivel del enunciado, de ahí su complejidad y su matiz opcional. Específicamente entre el verbo y el sujeto o entre el verbo y todo tipo de complementos debe evitarse pues ha sido superada la tendencia de ubicar comas a partir de la extensa longitud; mientras que se debe mantener en los complementos no verbales que anteceden a la palabra que modifica. IV. El uso de las letras mayúsculas y minúsculas Algunas de las formas de escritura que prevalecieron en la Antigüedad grecolatina son: la capital, la cursiva –es- critura veloz con muchas abreviaturas que unía letras– y la uncial 8 –escritura continua en letras mayúsculas, sin separar frases ni palabras–. Carlomagno sustituyó la uncial y la merovingia por la carolina, escritura en minús- culas de mayor legibilidad que ha sido la más extendida tipográficamente sobre todo a partir del desarrollo de la imprenta. La mayúscula es intencional y constituye una marca de lo infrecuente y de lo que se desea destacar. Su explo- tación no es aconsejable no solo por las connotaciones semánticas, subjetivas y hasta ideológicas, sino por las dificultades que se presentan para su unificación en un volumen. Tal vez por la aclaración anterior es que el correspondiente capítulo de la NOLE resulta el más deficiente y ambivalente de toda la obra: «se ofrecen aclaraciones que pueden provocar dudas y discrepan- cias, como es el caso de la obligatoriedad del empleo de la mayúscula solo en la primera palabra de cualquier obra de creación frente a la impuesta para la primera palabra y todas las significativas (sustantivos y adje- tivos) en el nombre de las publicaciones periódicas». 9 Ante vacilaciones e indecisiones, se prefiere la mi- núscula. Para la mayúscula la NOLE ha establecido tres funciones esenciales: 1) delimitar enunciados, puede apo- yarse en signos de puntuación o no, 2) marcar nombres propios y expresiones denominativas, y 3) formar siglas. A continuación se presentan algunas precisiones, con certeza discutibles. Los días, meses, astros, estaciones y puntos cardina- les se escriben con minúscula porque no individualizan; los astros, con mayúscula solo cuando se contrastan con otros nombres propios: el Sol y la Luna. Los nombres de las lenguas son comunes y se anotan con minúscula. Se puede usar la mayúscula cuando un sustantivo común tiene valor de propio (usos antonomásticos): la Isla (Cuba), la Santa Sede (Vaticano). En las denominaciones que incluyen un nombre categorizador, este último se escribirá con minúscula: río Duaba, mar Caribe, pico Turquino, océano Atlántico. Esto no es absoluto, por ejemplo, en las instituciones: Ministerio de Cultura y hay casos en que se aceptan dos variantes según el significado, el referente; río Cauto (vía de agua) y Río Cauto (entidad territorial). Las menciones anafóricas a instituciones deben hacerse en minúscula, por ejemplo, los libros fueron presentados por la prestigiosa Editorial UH. Esta edito- rial ha sido… Las formas de tratamiento, títulos o cargos también van en minúsculas porque son comunes: doc- tor Rodríguez, don Fernando Ortiz, san Juan de la Cruz, secretario general, papa Juan Pablo II. Sus abreviaturas conservan la mayúscula. Para los hechos históricos, se escriben con mayús- cula las palabras significativas, excepto los adjetivos especificativos que expresan nacionalidad: la Recon- quista, la Revolución francesa. Si la nominación es directa y transparente, se prescinde de la mayúscula: el descubrimiento de América, el asalto al cuartel Moncada. Todo esto es relativo pues en ocasiones el uso impone: Primera Guerra Mundial, o la institución unifica, por ejemplo, en la discusión de las normas de la Editorial UH se acordó escribir en todos sus libros Revolución Cubana. Si alguien pidiese mencionar los 50 errores que uno tiende a condenar, no faltarían en la lista: el uso de *en base a en vez de sobre la base de, el abuso de los adver- bios terminados en -mente, de verbos como plantear y de expresiones como producto de, el dequeísmo, las concordancias incorrectas y, sin dudas, la tendencia a no tildar las mayúsculas. V. La representación gráfica de las unidades léxicas Bajo el sello de unidades léxicas se agrupan palabras y locuciones de diversa índole que hacen referencia a la formación de lexemas, procesos de derivación y composi- ción principalmente. Respecto a las abreviaturas hay que destacar la formación de los plurales «en que se repiten las letras iniciales, se coloca punto después de cada letra duplicada y espacio entre los bloques (EE. UU.). Esta es la única forma tenida como correcta para la expresión de estos plurales abreviados». 10 Paréntesis75 Si coinciden dos vocales iguales, al agregar un pre- fijo a un morfema lexical (denominado base léxica en la NOLE), es admisible y hasta recomendable simplificarlas, mas se aceptan ambos resultados: anti- + imperialista = antiimperialista y antimperialista, micro- + organismo = microorganismo y microrganismo, pluri- + ideológico = pluriideológico y plurideológico. Pero hay que mantener- las si cambia el significado de la reducida: re- + emitir = remitir, diferente de remitir, o si la vocal inicial de la pala- bra base constituye un prefijo: ultramoral / ultraamoral, reevaluar / revaluar, semiletrado / semiiletrado. Nótese que el significado es completamente diferente. Tampoco se pueden resumir en las palabras que empiezan con el prefijo bio-, debido a la posible confusión con el prefijo bi-: biooceánico, biooxidante. La recomendación general de la NOLE es reducir las grafías en aquellos casos en que esté extendido el uso de la reducción vocálica en la oralidad pues estos modos «más económicos» resultan victoriosos en la evolución de la lengua: drogadicto, aguardiente, paraguas, sobres- timar; ejemplos como cordinar, coperativa, no aparecen muy documentados pero también se aceptan. En relación con las secuencias de dos vocales iguales separadas por una h, se admiten las variantes albahaca y albaca, pitahaya, pitajaya y pitaya; no así en azahar para evitar la igualdad fónica con azar ‘casualidad, fortuna’. Un inventario organizado alfabéticamente de los prefijos más frecuentes con sus significados se puede hallar en las páginas de la obra. Se acepta el empleo del guion entre el prefijo y el morfema lexical en circunstancias específicas que favorezcan la comprensión del derivado y que los autores intencional y estilísticamente lo precisen: El grupo sale purificado de ese baño de caos. Se ha sumergido en sí, en la entraña misma de donde salió. Dicho de otro modo, la fiesta niega a la sociedad en tanto que conjunto orgánico de formas y principios diferenciados, pero la afirma en cuanto fuente de energía y creación. Es una verdadera re-creación, al contrario de lo que ocurre con las vacaciones mo- dernas, que no entrañan rito o ceremonia alguna, individuales y estériles como el mundo que las ha inventado. La sociedad comulga consigo misma en la fiesta. 11 En cuanto a la base léxica, si se trata de una sigla, número o mayúscula es obligatorio el uso del guion: mini-PC, pro- Mandela; pero si fuese pluriverbal el prefijo va separado y sin guion: pro derechos humanos, ex primer ministro. A diferencia de este último caso de derivación, en la compo- sición se privilegia la no separación de los constituyentes: «se recomienda emplear la grafía unitaria, aunque pueda no ser aún la más extendida en el uso: arcoíris (pl. arcoíris) mejor que arco iris; medioambiente (pl. medioambientes) mejor que medio ambiente; puercoespín (pl. puercoes- pines) mejor que puerco espín, etc. Con ello se evitan las dobles grafías y los problemas que a menudo plantea, en relación con el plural, la grafía separada». 12 VI. La ortografía de las expresiones provenientes de otras lengua Soy el habla castellana, Soy el castellano neto, Cuya historia se engalana Con las obras de Quintana, Calderón, Lope y Montero. […] ¡Cómo expresar, aunque quieras, Con palabras extranjeras Pensamientos españoles! […] Hoy yo no los necesito, Porque sin ellos ha escrito Cervantes su gran Quijote. Carlos Achines y Gonzalo Cantó, Ortografía. Sátira cómico-lírica en un acto y cuatro cuadros, en prosa y verso Los extranjerismos pueden ser crudos o adaptados. Los primeros mantienen características gráficas de la lengua de origen, por tanto, se deben escribir con marcas gráfi- cas. Se prefiere la cursiva cuando el texto en general está en redonda y viceversa, en formato digital: ballet, jazz, blues, pizza, copyright, baseball, slogan y las comillas o el subrayado en los manuscritos. También hay que destacar las locuciones, dichos o citas en otras lenguas: in crescen- do, con excepción de las reproducciones entrecomilladas dentro de un texto escrito en español. Los adaptados no llevan marca tipográfica y se tildan según la lengua meta: béisbol, eslogan, espagueti. Una novedad de la NOLE es que los latinismos (y frases latinas) son considerados extranjerismos e igualmente se dividen en crudos o adap- tados por lo que deben recibir las mismas marcas; ello a pesar de algunos casos dudosos en los que se necesitaría conocimientos de lingüística diacrónica para dilucidar los conflictos. De hecho, la inclinación a ver el latín como lengua extranjera está dada, entre otras razones, por el desconocimiento generalizado sobre los umbrales del español. En el DPD se propone la castellanización de los anglicismos catering, crack y slip como cáterin, crac y eslip, respectivamente; sin embargo, en la NGLE se recogen como extranjerismos crudos con tipografía diferente. Existen grafías ajenas al sistema ortográfico tradi- cional del español: en ocasiones coexisten formas dobles: zeugma y ceugma. Para la NOLE debe impedirse el uso de q sin u con sonido [k] o de qu ante á, ó, y optar por la c: Irak, Catar, cuórum, cuásar. El anhelo por unificar el trata- miento de los extranjerismos fundamenta la elección de güisqui (del inglés whisky), desestimada por la mayoría de los hablantes del español. Por eso la NOLE propone wiski, conservando la w y la k, letras incorporadas a nuestro alfabeto. Si bien ya hay evidencias de este uso en algu- nos textos, no creo que la industria de bebidas cambie la ortografía de la marca 13 de sus botellas; y si lo hiciera, de seguro los consumidores no aceptarían el cambio y seguirían comprando la botella en la que se pueda leer, sin temor, whisky. Brindemos, pues, porque siempre po- damos hallar la justa medida entre la conservación y la 76 upsalón pérdida, entre la tolerancia y el rechazo, entre la riqueza y la pobreza de los extranjerismos. Después de referirse a la ortografía de los nombres propios y a la de las expresiones numéricas –por primera vez se acepta la escritura en una sola palabra, aunque siga siendo minoritaria, de los números superiores al treinta en las decenas: treintaicinco, cincuentaicuatro, setentaitrés, ochentaisiete; y aunque sea más extendida la pronunciación *trinticinco, *venticuatro; no sucede igual con los múltiplos de mil: tres mil, cinco mil– la NOLE, por último, brinda directa e indirectamente consejos editoriales, por ejemplo, en el apartado recomendaciones ortotipográficas (pp. 410 y ss): • Evitar particiones al final del renglón que originen significados diferentes: tentá - culo, pedo - filia, dis - putas, el gobier - no niega la subida de impuestos. • No dividir palabras de solo cuatro letras. • Evitar que, al dividir una palabra, queden al final o a al principio de renglón dos sílabas iguales seguidas: El presidente afirmó que que - rían eliminar. • Después de punto y seguido se procurará no dejar a final de línea una sílaba de tres letras o menos: Con - sumimos más café que té. • La última línea de un párrafo no debe tener menos de cinco caracteres. • Deben evitarse tres signos de puntuación seguidos a final de renglón. VII. Dos consideraciones finales 1) La Academia Cubana de la Lengua (ACuL) ha sido una de las principales divulgadoras de la NOLE, hasta cursos de posgrado, seminarios, clases magistrales, y confe- rencias, con la participación de profesores, estudiantes, investigadores, editores, traductores y periodistas. Pero, desde luego, las preocupaciones por la ortografía no comenzaron en el año 2010. La historia de la ortografía en Cuba se hace notar en el siglo xix , principalmente con un fin educativo-utilitario. Se seguía el modelo de la Real Academia Española con readaptaciones y otras ejemplifi- caciones propias; es decir, en la mayoría de los casos no se trató de una copia mimética sino de una reinterpretación, volcada en libros y artículos periodísticos de revistas como La Siempreviva, Brisas de Cuba, Revista de La Haba- na, La Piragua, La Idea y Revista Bimestre Cubana donde Félix Varela publicó en 1832 «Gramática de la lengua castellana según ahora se habla, ordenada por D. Vicente Salvá. París, Año de 1830». Es necesario destacar que si bien Varela propone a los jóvenes la gramática de Salvá como obra de obligada consulta, rectifica y critica algunas nociones gramaticales y ortográficas que se apartaban del ideal de correspondencia fonema-grafema. Por tanto, al diálogo entre patria, religión y pedagogía, coherente en uno de los más ilustres cubanos, se ha de añadir esta muestra de su indagación en el lenguaje. Otros autores cubanos que dedicaron estudios a la ortografía del español en el xix fueron: Alfredo Ca- rricaburu, Antonio Guiteras, Aurelio Riva de la Torre, Eusebio Lorenzo Pérez, Gabriel J. Mancebo, Hermenegildo Montesinos, Joaquín Andrés de Dueñas, José María de la Torre, José María Zayas y Salvador Condaminas. A este inventario se suman cuatro investigadores extranjeros que vivieron y publicaron en Cuba: los españoles Antonio Casas, Esteban de Navea y Poncet, Juan Justo Reyes y el colombiano Joaquín Pablo Posada. 14 Resultan notables los Apuntes para la historia de las letras y la instrucción pública en la Isla de Cuba (1841-1843) de Antonio Bachiller y Morales no solo por la relación lengua-enseñanza o por las disquisiciones en torno a la enseñanza de latín, griego y castellano, sino por el debate b-v sobre la ortografía del topónimo Habana: «El criterio que emplea Bachiller para validar la ortografía con “b” es el de la autoridad y la antigüedad de la documentación». 15 2) Han existido movimientos de renovación lingüística, a los que son inherentes las modificaciones ortográficas, principalmente desde las vanguardias. Como la arbitra- riedad y la utopía son superiores al convencionalismo y el «normal» desarrollo de la lengua, constituyen ten- dencias efímeras en contextos políticos, generalmente nacionalistas, y culturales específicos, pero que tienen el valor de reflexionar sobre el lenguaje y sus pares oralidad y escritura, sobre la ortografía, sobre la relación lengua- ideología… La nómina está integrada por proyectos como «lengua nacional» de Mario de Andrade (Brasil), «Poesía Pau Brasil» de Oswald de Andrade (Brasil), «idioma de los argentinos» de Jorge Luis Borges, «panlengua» de Xul Solar (Argentina) y «ortografía indoamericana» de Francisco Chuquiwanka (Perú) quien se centra en una or- tografía fonética con rasgos indoamericanos: «i lwego si por asosyasyon de ideas rreqordamos la ermosa leyenda de MANCO KAHPAJJ I MAMA OJJLLO la apoteosis de la pareja indya de la pareja umana salyendo de las pristinas agwas del titikaka en divina misyon sibilisadora de la primitiva MADRE AMERIQA es indudable qe ese nombre es aun mas qomprensibo». 16 Una generación anterior también abordó esta temática: Faustino Sarmiento, González Prada y Simón Rodríguez, entre otros. Este último «consigue aliar un proyecto político con una aspiración lingüística, ensam- blando así cultura y poder, lengua y gobierno, sintaxis y legislación», 17 a través de la forma tipográfica en conso- nancia con el contenido (ver figura 2). Se ha intentado demostrar la importancia de es- tudiar los últimos cambios gramaticales y ortográficos. Como editores y correctores, y en un sentido general, como emisores de determinado conocimiento, se tiene una responsabilidad doble: con el lector (receptor) y con el vehículo empleado para trasmitir ese conocimiento, en principio, el lenguaje, nuestro lenguaje. Hemos visto en más de una ocasión cómo lo que dice un libro y la manera en que lo dice se vuelven paradigmas y refe- rentes ideales. De ahí el cuidado y la atención durante el proceso editorial de la revista o libro, sea del tema que sea. Se debe tener como premisa la actualización Paréntesis77 constante, la revisión y la hábil justifi cación de cualquier iniciativa o decisión. Ya específi camente como profesores de cualquier asignatura se deberá mostrar a los estudiantes los nuevos cambios en cuanto a ventajas o desventajas para ellos. Muchos agradecerán no tildar solo nunca más, pero si el profesor no domina esta variedad, probablemente sea injusto en las califi caciones y atente contra el dinamismo de la lengua, del que todos los usuarios deberíamos ser conscientes. Podemos objetar, discutir y también aplaudir las de- terminaciones de la NOLE. Hace poco tiempo uno de los Figura 2 Fuente: Simón Rodríguez, Obras completas, t. I, Caracas, Universidad Simón Rodríguez, 1975, p. 26, citado por Jorge Schwartz, «Utopías del lenguaje: Nwestra ortografía bangwardista», Lectura crítica de la literatura americana. Vanguardias y tomas de posesión, p. 127. mejores profesores que se puede tener dijo que la falta de ortografía es como la sarna, una vez que la tienes no se puede quitar. Ha de procurarse quitarla. Los errores orto- gráfi cos han sido muy útiles solo en la reconstrucción, por ejemplo, del español medieval pues debido a la ausencia de documentos normativos hay que acudir a la grafía infrecuente, rara, inhabitual. Lo que sí resulta innegable es la importancia de la ortografía como reguladora de la escritura de una lengua porque tiene la capacidad de unir a los hispanohablantes más que otras proyecciones lingüísticas y acortar las distancias entre las voces literarias de Borges, Lorca, Piñera, Octavio Paz... 1 Otros criterios en la configuración del sistema ortográfico del español son la diferenciación de homónimos (también llamado antihomonimia), la analogía y la unidad ortográfi ca. Agradezco al profesor Luis Enrique Rodríguez la atenta y detallada lectura del presente artículo, así como sus perspicaces, iluminados y siempre originales comentarios. 2 Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Nueva ortografía de la lengua española, Madrid, Espasa Libros, 2010, p. 15. 3 Marco Fabio Quintiliano, Instituciones oratorias, Libro primero, acápite IV «De la ortografía», capítulo IV «De la gramática». 4 El asterisco indica casos censurados por la NOLE tanto desde el punto de vista gramatical como propiamente ortográfi co. 5 Palabras pronunciadas por la profesora Dra. Marlen Domínguez en el marco del encuentro de editores desarrollado durante la Feria del Libro de La Habana, 18 de febrero de 2011. 6 Existen en la NOLE notas orientadoras sobre el uso de las letra s, c y z para hablantes que sesean o cecean atendiendo a diversos criterios: la posición, la secuencia y la morfología. 7 Si bien este ejemplo está fuera de contexto, y la práctica comuni- cativa se inclina a dar más información, se trata de una situación aunque esporádica, posible y válida. Desde luego todo sería muy Next >